Se ha hablado y escrito mucho del origen de Panamá como república, que puede que no haya ya más nada que agregar a la vergüenza con la que se inauguró este país en 1903.
Lo que parece contradictorio es que haya que tener tolerancia para aceptar que los libros escolares y otros no escolares destaquen la gloria de la separación de Colombia, dejando de lado que la misma no fue realmente una revolución sino una corrupta conspiración entre aquellos económicamente interesados.
Como leímos en la misma obra de Bunau Varilla: “Panamá, su creación, destrucción y su resurrección”, la participación del mismo Bunau Varilla comenzó siendo casual, dado que él fue a Nueva York, solo porque su esposa le insistió que le acompañara a llevar a su enfermo hijo a verse allá.
Ya cuando Bunau Varila llega a Nueva York, Amador Guerrero estaba haciendo lobby para que Estados Unidos lo apoyara en la campana secesionista, así que el encuentro entre ellos fue lo mejor que les pudo pasar.
Lo cierto es que con el Tratado Herrán-Hay rechazado por el senado de Colombia y los panameños desesperados por aprovechar la debilidad de post guerra de Colombia, la mesa estaba servida para que los inescrupulosos de la codicia política y económica comenzaran a entretejer sus convenientes planes.
William Nelson Cronwel, dueño de la firma de abogados que representaba al ferrocarril de Panamá, y que conocía bastante bien las intimidades de los negocios con los colombianos y del fracaso del Canal Francés, especuló sobre las acciones devaluadas que tenía la compañía francesa en el mercado para unir a Bunau Varilla y Amador Guerrero, el uno para que fuera el mensajero del nuevo país y el otro, para que fuera el organizador de la rebelión (y posteriormente presidente) y rendirlo ante todas las exigencias del senado de los Estados Unidos. Amador era conocido por Cronwel porque él y su socio conspirador, Jose Agustín Arango, eran empleados de la empresa del ferrocarril, a la que Cronwel representaba legalmente.
Las oficinas de Cronwel quedaban en Walt Street y allí dentro se fraguó el plan maestro que incluía la estrategia para lograr el apoyo del senado y la presidencia de Estados Unidos, la independencia de Panamá, (ligada al inmediato reconocimiento diplomático de Estados Unidos y, consecuentemente, su aliado europeo más estratégico por varios años: Francia), la elección de una junta de gobierno leal a los Estados Unidos y la designación de Bunau Varilla como el primer ministro plenipotenciario de Panamá en Washington (cargo que correspondía al de embajador) con credenciales suficientes para negociar y firmar el tratado, hecho que se consumó solo 15 días después de la independencia.
Solo firmar el acuerdo y enseguida Bunau Varilla dejó el cargo (para que más). Solo consumarse la independencia y Amador Guerrero y su secuaz, Arango, pasarían a la historia como nuestros próceres de la independencia.
Como bien publicó Renan Vega Cantor en la publicación colombiana llamada Semana: “…Para efectuar la revolución de Panamá se repartieron dólares a granel…” (https://www.semana.com/especiales/articulo/teodoro-roosevelt-wall-street-independencia-panama/61486-3). Con esos dólares se repartieron sobornos para acomodar todas las fichas que era necesario acomodar para que el plan funcionara, lo que dio resultado.